Es muy posible que la química como actividad humana haya nacido en medio del fuego y del agua, cuando le hombre, al amparo de un techo de estrellas, contemplaba asombrado cómo los rayos consumían la madera de los árboles y cómo ciertas rocas literalmente desaparecían ante sus ojos en el interior de aguas transparentes y poco profundas. Hoy en día, mucho más que antes, un buen analista químico debe estar a la vanguardia de los desarrollos tecnológicos que le ofrecen la física y sus ciencias humanas.
Al químico moderno no le basta con saber a fondo su química, sino que cada día debe explorar nuevos campos del plano de la física e incluso de las matemáticas, ese otro motor del desarrollo humano al que se la ha castrado la posibilidad de un reconocimiento nobel.